lunes, 11 de junio de 2012

MANDALAS DE LUZ...

“Es una botella”, “son canicas” y “es una lamparita”, se susurraba en la inauguración de la muestra de Felisa Savio Obeid en el Complejo Cultural del Teatro Municipal Rafael de Aguiar. Y si aquellas palabras fluían como suaves murmullos no era por el hecho de que se estuviera develando el secreto de las fotografías expuestas, sino porque se debía evacuar toda duda sobre si realmente un objeto tan trivial y cotidiano como aquel era capaz de construir una imagen tan bella.
Mandalas de luz es el título con el que se reúnen las quince fotografías digitales en la exposición que inauguró el día 29 de abril. Mandala en sánscrito significa círculo sagrado que conduce en el camino hacia la unidad del ser. Como imagen, es un diagrama o una representación compleja circular, generalmente con gran riqueza cromática, utilizada por diferentes religiones para meditar o concentrar energía. Un mandala puede crearse consciente o inconscientemente, pero también se lo puede hallar escondido en la naturaleza o en cualquier objeto de la vida cotidiana. Y es allí donde esta diseñadora gráfica cordobesa encuentra el leitmotiv de su trabajo.
Como un juego infantil, como una búsqueda curiosa y lúdica, todos los objetos que forman parte de su cotidianeidad fueron reobservados con ojos ansiosos de trascender lo habitual y hallar aquel mandala escondido que elevase su alma y espíritu hacia un nivel superior. Pero el doble juego de palabras del título no solo incluye el concepto de imagen que guía la evolución espiritual o la búsqueda de la armonía interna a través de la fotografía, sino que también hace referencia a una nueva forma de entender los objetos: trascender y superar lo material al observarlo mediante el cristal de la luz y transparencia. Con un celoso criterio, seleccionó todos los objetos transparentes, translúcidos, invisibles o casi inexistentes a la vista y los obligó a posar en una ardua sesión hasta dar con la ubicación adecuada y lograr la forma correcta para obtener una bella y apropiada imagen. Experimentando con encastres y superposiciones, e incorporando pigmentos de colores, en la lente de la cámara los objetos se fundieron entre sí y se convirtieron en una masa homogénea que da el resultado final de la fotografía. La abstracción y la distorsión son tan grandes que ya no se puede distinguir entre realidad y fantasía, objeto verdadero o producto de la plácida visión.
¿El secreto de todo esto? Lo descubrió gracias a una mesa de vidrio con una fuente lumínica por debajo. El resto del trabajo se organizó según manifestaciones espontáneas de lo que hay al alcance: así como los mandalas, las fotografías de Felisa ocurren espontáneamente y sin control racional, pero sí con la conciencia y la meta de encontrar la imagen ideal.
Recorriendo cada fotografía, la visión solo queda signada por las emociones que se experimentan en el momento de la contemplación: no hay nada que la condicione, no existe fenómeno que guíe en la observación más que los propios pensamientos y sentimientos. Las líneas, los vibrantes colores y las formas circulares acompañan el fluir en el que la mente se sumerge brindando paz y serenidad, pero sin embargo, en los raptos de conciencia, uno no deja de sentir asombro al descubrir que lo maravilloso de lo que observa en estas obras es quizás el objeto que tenemos delante, sobre la mesa de la cocina o dentro del placard del baño.
La exposición es una forma de meditar con los objetos cotidianos, una manera de encontrar el lado espiritual en los mínimos detalles de la vida diaria, trascendiendo la materia y encontrando el camino que nos guíe hacia la paz y armonía con la que nos convertiremos finalmente en luz.



El texto se publicó en Revista Flop, San Nicolás - Buenos Aires. Para más información: www.revistaflop.com.ar

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