La realización de manifestaciones en la vía pública,
movilizaciones populares y convocatorias masivas en determinados espacios de
las ciudades, forma parte de la consolidación de la Argentina como nación. La
evolución del país se caracteriza por el espíritu de lucha de su pueblo expresado
en reuniones públicas o encuentros multitudinarios en fechas simbólicas, momentos
precisos o ante hechos puntuales. Sin embargo, en los últimos años, y dado el
contexto socioeconómico, se ha desarrollado toda una cultura relacionada con
las marchas y procesiones que convocan a miles de personas a desplazarse por las
calles con un mismo motivo o en aras de un propósito determinado. Recorrer grandes distancias a pie,
no solo es, como sucede a menudo, en repudio o reclamo por un descontento; también lo es en cuestiones
de fe, de festejos o, simplemente, como exposición.
En cualquier caso, como espectadores de tal
hecho, solo observamos la aglomeración o el transitar de las personas y solo
somos partícipes o nos involucramos mientras perdura el andar o se realiza el
encuentro. Sin embargo, ¿dónde comienza una manifestación? ¿Dónde nace o quién
da el primer paso al trayecto a recorrer?
El día 9 de julio, Miguel Cámpora
presentó en el Complejo Cultural del Teatro Municipal Rafael de Aguiar
imágenes que no se suelen ver o que desconocemos. Treinta y cinco acrílicos se
aglutinan bajo el título Las vísperas y expresan desde escenas
cotidianas hasta los primeros encuentros de pequeños grupos momentos antes de
la congregación masiva hacia una futura manifestación.
Las obras poseen todos los elementos necesarios
para configurar una escena del diario habitual en donde se narran rutinas, costumbres u
oficios de las personas dentro de una comunidad multiétnica. Los personajes plasmados
sobre el lienzo poseen vida propia gracias a una adecuada resolución plástica
en donde la rigidez de sus rostros, la presencia de sus cuerpos y la tenacidad
con que realizan sus actividades, los llenan de poesía y emotividad, al punto
de contarnos mil historias en breves trazos. Los grandes pies desnudos
arraigados en la tierra son alegorías del andar, son vestigios del correr del tiempo
mientras se trabaja o se pelea para conseguir un espacio digno dentro de la
sociedad. Los tonos tierra y la paleta de grises establecen una conexión
directa entre los cuerpos y el suelo; los cabellos negros y las prendas de
saturados colores son reminiscencias de culturas aborígenes cercanas; la
correcta composición y distribución de las figuras deja al descubierto una atmósfera
de unidad humana y compañerismo fraternal entre los que conforman la vanguardia
de la naciente procesión.
Montados en una especie de línea cronológica, los trabajos
del artista nicoleño trazan un recorrido horizontal en donde resulta difícil no
sumarse a la caminata y, a pesar de ser simplemente espectadores, nos acoplamos
y acompañamos el desplazamiento de aquellos personajes ataviados con insignias
culturales. Cada imagen es una pieza de gran reflexión gracias al empleo de un
lenguaje que aboga por la unión social y la alianza entre las personas en tanto
hijos de la misma tierra. “Es el momento
de que marchemos unidos: debemos juntarnos y tomar las banderas de América”,
afirmaba acérrimo el pintor local al tiempo que suma su causa al porvenir de su
patria.
Las vísperas son momentos de grandes ansiedades, pero la
movilización ya emprendió su andar y, de a poco, comienzan a oírse las voces en
la lejanía, los instrumentos musicales que con fuerza descargan sus sonidos y los
pasos firmes de aquellos vigorosos que marchan con sus banderas en alto, su
tenaz dignidad y el orgullo de pertenecer a esta tierra.
El texto se
publicó en el Diario El Norte, San Nicolás - Buenos Aires, en el segmento
cultural del día sábado 16 de julio de 2011. Para más información:
www.diarioelnorte.com.ar
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