Tradicionalmente, un retrato es una representación
plástica de un rostro o medio cuerpo en pose que una persona encarga a otra
para hacer inmortal aquel aspecto físico que posee en el momento de la
realización. Es una foto carnet pero con una linda mirada, con la ropa
apropiada, el peinado que mejor nos sienta y ubicados corporalmente en el lugar
acorde a la situación. Es algo que un individuo busca concientemente para
reafirmar y contemplar su identidad y la fisonomía que la vida le forjó.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando en vez de un
retrato realista o hiperrealista nos encontramos con un retrato a modo de
caricatura? Pensémoslo de esta forma: una caricatura es aquella imagen que representa
a la persona, pero modificando (o hasta deformando) ciertos rasgos físicos que le
son característicos. Puede incluir parte de las facciones del rostro, el cuerpo
entero, alguna de las actividades que realiza con cotidianeidad o hasta objetos
que utiliza con frecuencia y que lo definen como hacedor de algún oficio o
profesión. Entonces, ¿es sano someterse a que nos realicen una caricatura de
nuestro ser sabiendo que el foco de atención se va a volcar tanto en nuestros
atributos bellos como en nuestros defectos? Si, es sano. Y para convencernos de
ello, solo basta con visitar la muestra artística que inauguró Rubito González
en la Sala Auditorio del Teatro Municipal el pasado jueves 5 de Septiembre.
Bajo el lema “Caricaturas por Rubito”, el
dibujante nos propone un recorrido por 45 amigables y respetuosas caricaturas
de personajes y personerias de todos los ámbitos, círculos y circuitos de
nuestra ciudad.
Años atrás, Rubito ilustraba las páginas de las
revistas “50-40-30” y “La Morondanga”. Al tiempo que entrevistaba a
distinguidos artífices sociales de la cultura, el deporte y la política
nicoleña, velozmente esbozaba trazos continuos con birome, armaba texturas con
lápices de colores, desplegaba líneas con fibras y empleaba todo tipo de
elemento gráfico que le permitían “revelar” instantáneamente el identikit
cómico de quien tenía delante. Gracias a la suma de reportajes y, por ende, a
los cientos de dibujos que surgían de cada encuentro, es que logra recaudar un
gran número de trabajos que ameritaban ser honradamente compartidos con el
resto de la comunidad.
Estudiar la fisonomía, resaltar rasgos y buscar
lo característico de la personalidad del otro, sólo en un instante, es un
trabajo que solo grandes y habilidosos dibujantes como Rubito pueden conseguir.
Su innata destreza y la maestría de sus dibujos, quedan reflejadas una vez más
ante la vista del espectador que concurre a visitar la muestra. Y aunque afirme
que “hay mucha goma de borrar en cada uno de mis trabajos”, el resultado total
es una maravillosa y considerada obra que humaniza aun más a la persona y la
deja en una situación de complicidad con quien la observa.
El dibujo brota de sus joviales manos y su tinte
caricaturesco es una variante divertida para transmitir alegría y mostrar al
retratado tal cual es, sin prejuicios, tabúes o preocupaciones. Reconocer (y
reconocerse) en las caricaturas los aspectos del comportamiento o los rasgos
característicos e identificables de quienes pueden ser nuestros vecinos, es una
estupenda vía para involucrarnos con otras facetas del retratado. Sin caer en
la burla, sátira ni en el ridículo, González nos roba una entretenida sonrisa y
nos hace jugar con aquellas imágenes desdramatizadas que apuestan por la
veracidad de la esencia humana.
El texto se publicó en el Diario El Norte, San Nicolás - Buenos Aires, el día sábado 14 de septiembre de 2013. Para más información: www.diarioelnorte.com.ar